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Economía colaborativa y P2P: producción, gobernanza y propiedad entre iguales con prototipos post-capitalistas

[Este artículo de Stacco Troncoso forma parte de una serie que publicará la CIC sobre el concepto P2P (entre iguales). Stacco Troncoso es desarrollador estratégico de la P2P Foundation y explora en este artículo las diferentes vertientes de las economías P2P, de igual a igual, facilitadas por el mundo de las redes, distinguiendo las características de una verdadera economía colaborativa postcapitalista y orientada al común.]

stacco_troncosoEn el afán por hallar explicaciones a una crisis estructural difícilmente asimilable, los valores que nutrían la normalidad de antaño comienzan a desplazarse hacia nuevos puntos de referencia con los cuales apuntalar argumentos. Lo constatamos cuando un estudio que proclama la insostenibilidad fundamental del capitalismo global alcanza el número uno de la lista de bestsellers de Amazon. También cuando el líder de la Santa Sede critica abiertamente “…la mentalidad que ve en la maximización de los beneficios el objetivo final de toda actividad económica”.

Encontramos pues una proliferación de movimientos e iniciativas dispuestas a entrar en acción para que el beneficio de unos pocos deje de privar de sustento y dignidad las vidas de muchos. Si bien esto no es nada nuevo y el discurso dominante ha sabido incorporar nociones como el bien común o la necesidad de defender los derechos de la humanidad y la tierra, cada vez es más evidente que ese mismo discurso no solo es y será incapaz de garantizar semejantes postulados, sino que cada vez los erosiona con mayor descaro y violencia.

Como contrapartida, la oportunidad epistémica de apelar a un sentido común defraudado comienza a recaer sobre este renovado tejido de movimientos sociales; movimientos que, en vez de caer en la comprensible desesperación o cinismo que acompañan la ruptura ideológica y forzada del sistema dominante, se esfuerzan en no solo proponer, sino practicar cambios fundamentales en nuestro tejido socioeconómico.

Algunos de estos movimientos se agrupan bajo una suerte de términos en español (como “procomún”, “los comunes”, “lo comunal”) que vienen a referir la misma expresión original en inglés: “The Commons”. Aunque la utilización del vocablo commons para identificar a un movimiento transnacional es relativamente reciente, el término en sí remite a una larga tradición popular centrada en la protección en comunidad de los recursos esenciales para la supervivencia. Si otrora estos recursos eran principalmente medioambientales, cuando hablamos de commons hoy en día también nos referimos a medios urbanos, culturales y digitales. Como movimiento, the commons, representa un antes y un después en forjar un nuevo paradigma relacional cimentado en la colaboración, donde las personas afectadas por y dependientes de una serie de recursos son aquellas mismas que los gestionan, mejoran y cuidan de ellos para futuras generaciones. Pero esta gestión colectiva va más allá de una serie de comunidades aisladas entre sí, dado que incorpora cualidades de otras corrientes relacionadas, como el movimiento P2P (peer to peer o “entre iguales”) y la economía colaborativa.

Sobre terminología y neologismos

Aunque muchos han traducido P2P o “peer to peer” como “entre pares” es preferible una aproximación más explícitamente antropomórfica, como “entre personas” o “entre iguales”, para así desmitificar la nomenclatura más allá del su acepción original dentro de un contexto tecnológico. Aun así, aunque “entre personas” se comprende perfectamente como explicación sencilla de las dinámicas P2P, carece de suficiente contexto para describir las acciones concretas que puedan tener lugar entre dichas personas.

Una definición más amplia de P2P sería la que describe un sistema para crear valor común de forma cooperativa, sin coerción y libre de relaciones jerárquicas. Estos sistemas que ahora denominamos como “P2P” no son nada nuevos.A lo largo de la historia hallamos ejemplos de comunidades auto organizadas creando valor en común. Mientras que estas comunidades colaborativas tradicionales eran generalmente de pequeña escala, en la modernidad observamos una expansión radical en la cantidad de partícipes que sobrepasa con creces los límites teorizados por Dumbar. La popularización y extensión de Internet en las dos últimas décadas ha generalizado la participación en proyectos colaborativos sin desvirtuar las cualidades esenciales características de las dinámicas sociales de los grupos reducidos. Definimos así el P2P como un método de coordinación mutua más humano, centrado en necesidades sociales y practicable a escala global.

Es importante pues, introducir la idea de un movimiento que combina las relaciones P2P dentro del contexto del procomún, como conceptos interdependientes. “P2P” describe la dinámica de las relaciones y “Commons” las personas, prácticas y puntos de encuentro donde se dan esas relaciones.

Capitalismo ya no es sinónimo de normalidad

El paradigma del crecimiento —con su necesidad de convertir la naturaleza en productos que vender en el mercado y de monetizar las relaciones sociales, convirtiéndolas en servicios— no sólo depara consecuencias terribles para el medioambiente y el bienestar social, sino que actúa como método de distracción para ofuscar una cuestión esencial: el reparto justo de la riqueza, ya sea social, natural o monetaria. Sostener la fantasía de que el crecimiento es el motor que permite tener “más que suficiente para todos”, soslaya el planteamiento de una redistribución de riqueza proporcional a las necesidades humanas y a los límites de recursos y ecológicos del planeta. Dicho de otra manera, no necesitamos que todos tengamos “más”. Necesitamos deshacer una desigualdad económica tan exacerbada que resulta inconcebible para que todos tengamos “más que suficiente” (y podamos cuidar del planeta que nos sostiene sin necesidad de arrasarlo para llenar los bolsillos de unos pocos).

Por otra parte, el capitalismo de las últimas décadas deja de basarse en un estrato material tan fácilmente concebible, como son los medios de producción, para adecuarse a algo más intangible: las ideas. A esta acumulación de bienes inmateriales la denominamos “capitalismo cognitivo” y se caracteriza por la privatización de la información asociada al objeto comerciado mediante derechos de propiedad intelectual, legalmente ejecutados por medio de patentes.

Estas patentes, utilizados en sectores como el farmacéutico, el agrícola o el software, aceleran la generación de superávits, facilitando así la creación de monopolios en estos sectores (Pfitzer, Monsanto, Microsoft). Irónicamente, las rentas del capitalismo cognitivo tienen su origen en productos que son relativamente baratos de producir –fabricar ciertos medicamentos, extender semillas o replicar copias de un mismo software, por ejemplo–, por lo que su escasez (y consecuente valoración mercantil) es producto de una dinámica artificial ejecutada a través de mecanismos legales.

Vivimos en una situación dantesca, donde lo verdaderamente escaso, los recursos naturales, continúan explotándose como si fueran abundantes, enmarcados dentro de un proceso de crecimiento infinito. Incongruentemente, recursos inmateriales como el conocimiento —naturalmente abundante y ahora, gracias a Internet, fácilmente difundido— se limitan mediante patentes y demás mecanismos legales, imponiendo una escasez artificial con la que derivar plusvalías.

Mientras tanto, en la Europa mediterránea el neoliberalismo pierde su credibilidad intelectual a pasos agigantados mientras que al otro lado del charco, en esos Estados Unidos que sirvieron de punto de referencia para describir cualquier aspiración individualista con la que eludir la miseria, se hunden en un miasma de violencia racial, deuda externa y consumismo desbordado.

En una situación en la que el estado se convierte en mero facilitador de los deseos del sector privado, mientras que los últimos resquicios de aquella solidaridad general por la que lucharon los movimientos sociales se marchitan ante las implacables demandas del capitalismo neoliberal, podemos preguntarnos: ¿Es este el futuro que nos prometieron, el “Fin de la Historia”?

¿Podríamos imaginar un sistema más cuerdo?

No todo el P2P es tan “entre iguales”

Antes de plantear las dinámicas P2P como alternativa factible al escenario expuesto en los párrafos anteriores, es importante analizar los intereses sociales o comerciales que determinan las características de las plataformas que facilitan estas interacciones. Para ello describiremos varios sistemas descritos como P2P para examinar si verdaderamente se gestionan “entre iguales”.

  • Capitalismo Netárquico

El capitalismo “netárquico” o “la jerarquía de las redes” describe plataformas que inducen a la colaboración horizontal y la creación de contenidos entre usuarios, pero que capturan la totalidad de las rentas. Tienen por tanto una orientación global pero con ánimo de lucro.

Ejemplos de esta tendencia son redes sociales como Twitter o Facebook. Son redes cuyo valor viene derivado de la interacción de sus usuarios y que, sin éstos, colapsarían rápidamente. Aunque este valor de uso permite una ampliación de las dinámicas P2P, tal como hemos visto en protestas o en grupos que se organizan mediante estas redes, la totalidad del valor de cambio acaba en manos de las plataformas y los accionistas que demandan retornos monetarios de las mismas. Adicionalmente, son plataformas con un diseño y código cerrados, más allá de la voz y voto de los usuarios que las sustentan.

Esto es problemático en varios niveles. La utilización indiscriminada de Twitter o Facebook como plataformas de comunicación para el activismo aumenta las desigualdades sociales al generar un valor monetario que recae exclusivamente sobre intereses privados. Estos mismos intereses se ven incentivados a incrementar la cantidad de publicidad —y por tanto consumismo— presente en las plataformas y a negociar, igual que en el mercado, con los datos y la creatividad de los usuarios.

En cierto modo se trata de un sistema de sobrexplotación, ya que los “trabajadores” de las redes sociales ni siquiera reciben compensación por sus labores. Es cierto que Twitter y Facebook han demostrado que los usuarios son capaces de crear gran valor social a través de sus interacciones, pero ¿por qué han de tener lugar en una plataforma privada y con ánimo de lucro como Twitter?

Hay quien ha descrito a Facebook como una nación, relacionando sus más de 1300 millones de usuarios con habitantes. Entonces, dado que la nación de Facebook, prácticamente el “país” más grande del mundo, peca de los mismos vicios, sistemas jerárquicos y afán de control que caracteriza a los estados nación, ¿para cuándo una campaña demandando mayor democracia y un reparto de riqueza más ecuánime dentro de este “pueblo global”? Recordemos que, al igual que los estados y las corporaciones, sin “ciudadanos”, sin usuarios, estas redes sociales se quedarían en nada.

  • La economía colaborativa

El auge en años recientes de la economía colaborativa ha visibilizado a una serie de plataformas de lo más dispares. A primera vista ofrecen grandes ventajas: recursos que permanecerían en desuso cobran nueva vida, compartiéndose en comunidad, fomentando relaciones y, en consecuencia, mermando la terrible huella ecológica del consumismo.

No cabe duda de que la mutualidad de recursos representa un avance positivo, especialmente dentro de un contexto de escasez material y deterioro ecológico. Pero, dado que cada vez habrá menos recursos con los que mantener una vida digna, ¿no sería más lógico que la gestión de estos estuviera en manos de entidades públicas o, preferiblemente, cooperativistas?

Desplegando todo un arsenal semántico germinado desde nociones tan atractivas como la colaboración, la comunidad o la confianza, algunas de las plataformas más renombradas, como Airbnb o Uber, adolecen de la misma estructura empresarial que Twitter o Facebook. Sujetas a las imposiciones del capital riesgo o los accionistas, poco hay de colaborativo entre los propietarios de la plataforma y sus usuarios aunque, en este caso, los últimos reciben una compensación monetaria por la capitalización de sus recursos.

La explotación emocional con fines comerciales de instintos tan nobles como el de pertenecer a una comunidad, cuidar de la ecología y alejarse del consumismo innecesario, comercializa y pone precio a interacciones que, de otra forma, podrían practicarse de manera voluntaria y recíproca. Dado que los usuarios de las plataformas colaborativas pueden ser tanto dueños como consumidores de las infraestructuras físicas que se comercializan, también es preferible proponer cooperativas de servicios o consumo verdaderamente colaborativas, donde los usuarios pueden beneficiarse del valor extraído reinvirtiéndolo en la propia comunidad.

  • Capitalismo individualista descentralizado

El éxito de Bitcoin, la criptomoneda descentralizada, ha confirmado la viabilidad de sistemas monetarios que no dependen de la emisión de dinero por parte de bancos centrales o de la banca privada. Teniendo en cuenta que esta última ostenta un monopolio sobre el sistema de creación de dinero —generando digitalmente un 97% de todo el dinero en circulación y emitiéndolo en forma de deuda para beneficiar sus propios intereses— la implementación de estos nuevos sistemas es, indudablemente una buena noticia. A pesar de su descentralización y el potencial revolucionario de la tecnología en que se sustenta, Bitcoin adolece de muchos de los mismos males que hemos descrito anteriormente: está diseñada para imitar al oro, se trata de un bien escaso cuya extracción requiere cada vez más recursos y que, a final de cuentas, favorece la especulación. De hecho, se estima que un 1% de los propietarios de Bitcoin ya han acaparado más del 50% de la masa monetaria de la criptomoneda, otorgándole el dudoso honor de un coeficiente Gini de 0.87709, que indica un nivel de desigualdad incluso mayor que el de las monedas fiduciarias.

Por tanto, la importancia de Bitcoin radica en que demuestra que se pueden crear sistemas monetarios más justos, aunque Bitcoin en concreto no sea mejor ejemplo de ello. [Hay una gran diferencia entre Bitcoin e iniciativas como FairCoop, donde la criptomoneda asociada -FairCoin- utiliza en un contexto comunitario y con ánimo de redistribución.]

Una economía ente iguales orientada al procomún

Todas las plataformas pseudo-P2P descritas hasta ahora, aun facilitando las dinámicas entre iguales a ciertos niveles, alicortan su potencial revolucionario debido a las presiones del ánimo de lucro. A su vez, estos ejemplos demuestran que las redes P2P pueden organizarse para producir conocimiento, productos o facilitar servicios con mucha más eficacia que los modelos tradicionales. Por tanto, es preferible promocionar plataformas P2P orientadas hacia circulación social del valor generado, es decir, donde las personas y comunidades que producen el valor de uso (práctico) también se benefician del valor de cambio (económico) de manera cooperativa y distribuida.

A nivel local, observamos el resurgimiento de propuestas horizontales, como son el movimiento de transición o las diversas iniciativas post 15M, centradas en la relocalización de recursos y el autoabastecimiento local en el presente contexto de declive político, ecológico y material. Aun así, estas iniciativas locales siguen siendo vulnerables ante agentes y presiones externas. Es preferible pues renfocarlas dentro de un tejido transnacional capaz de sumar fuerzas y convertir estos procesos dispares en un movimiento sólido capaz de inmiscuirse en la narrativa global.

Una economía realmente P2P con ánimo de beneficio y orientación global cambiaría radicalmente nuestros patrones de consumo, relacionándolos con las necesidades locales y realidades materiales de nuestro tiempo. No se trata de una fantasía especulativa, sino de la extrapolación de prácticas ya existentes.

Iniciativas de intercambio de conocimiento, plataformas de software, la provisión de alimentos, vivienda y transporte e incluso el propio sistema monetario se puede re-imaginar con patrones plenamente colaborativos. De hecho, ya existen alternativas viables en cada uno de estos ámbitos y muchos más. El reto actual es expandirlas hasta un nivel donde puedan competir en igualdad de condiciones ante una economía exclusivamente diseñada para enriquecer a quien menos lo necesita. Utilizando estructuras legales, como pueden ser cooperativas o fundaciones sin ánimo de lucro, podemos propagar un sistema económico insubordinado a las peores “externalidades” del sistema tradicional como el consumismo, la obsolescencia programada, la explotación de los trabajadores y el declive medioambiental.

En el plano productivo, la economía P2P diseña globalmente para producir localmente. Es decir, la información inmaterial se comparte más allá de las fronteras para optimizar los métodos de producción, pero la producción física en sí tiene lugar en talleres, laboratorios de fabricación o makerspaces cercanos a los lugares donde se utilizarán estos productos. Hablamos pues de un método de fabricación creativo, adaptado a los materiales y las necesidades locales, diseñado para la durabilidad y con componentes modulares.

Este tipo de producción la pueden llevar a cabo empresas con un trasfondo social y ético, aliadas a nivel global y centradas en la generación de beneficios, tanto para sus trabajadores, como para las comunidades locales y globales que participan en todo el diálogo de producción y utilización. Esta coalición empresarial se protegería de intereses externos hostiles mediante la utilización de licencias especiales. Estas licencias, denominadas de reciprocidad común o “CopyFair”, permiten la capitalización de la producción P2P a empresas y colectivos con un enfoque similar, pero requieren contribuciones económicas de cualquier corporación con ánimo de lucro que quiera beneficiarse del material licenciado. La intención es estimular la circulación de riqueza dentro del ámbito del procomún y fortalecer la durabilidad de las dinámicas P2P.

Para crear un movimiento global basado en estos valores y las estrategias que surgen de ellos, es necesario que las iniciativas P2P con ánimo de beneficio adquieran peso político a nivel regional, nacional y, a ser posible, global. A mayor escala, el aumento de las dinámicas P2P orientadas al procomún en todos los ámbitos de la vida representaría un tercer modo de relación económica y social libre de los despropósitos de la economía de mercado o de la planificación central.

Ante la imposibilidad de prever si estas tendencias cuajarán o no en la cognición popular, queda en nosotros la responsabilidad de promoverlas para incrementar su influencia social y política. Una sensibilización a gran escala sobre las ventajas de compartir información y recursos para el beneficio común favorecería dinámicas sociales basadas en valores, experiencias y relaciones humanas reales, no en la vacua financiarización de las mismas.

En conclusión, si podemos imaginar un futuro P2P —y una economía verdaderamente colaborativa, donde todo el que colabora lo hace en igualdad de condiciones— es casi un imperativo moral mover todo cuanto esté en nuestra mano para hacer de este futuro una realidad. No cabe duda que tropezaremos muchas veces por el camino, pero es mejor tropezar, caer y seguir adelante que quedarse inmovilizado ante un sistema incapaz de detener su propia autodestrucción y la de sociedad y el planeta que lo alimenta.

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2 Comments

  1. Muchas gracias por este post, tengo muchas
    ganas de seguir leyendo el resto de contenidos

  2. Me gustaría hablar con alguien de un proyecto que tengo sobre agro-homeopatia. Tengo la máquina para hacerla yo mismo, sobre cualquier tipo; pero no tengo la infraestructura para darla a conocer y fomentarla y menos para poderla replicar. Es muy barata comparada con otro tipo de fitosanitarios, y más ecologica y sostenible no puede ser, por ahora. Resultados demostrables. Si alguien esta interesado que se ponga en contacto conmigo. Saludos.