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Por una revolución integral. Algunas reflexiones

[Os ofrecemos, a continuación, por su interès en el debate sobre la Revolución Integral, este artículo firmado per Karlos Luckas, cuyo original podeis ver en este vínculo.]

 

En la página web de la CIC se encuentra el documento “Introducción al debate de la XXXIX Jornada asamblearia de la CIC –que tuvo lugar en Catalunya el sábado 16 de noviembre de 2013–, sobre las Bases de la Revolución Integral”. Desconociendo del todo el debate y procedimiento que ha tenido lugar para llegar a tales conclusiones, es de estimar y valorar muy positivamente esta iniciativa, que debemos darle incluso un carácter –en los tiempos que corren-, histórico.

Leída con atención esta declaración, me sugiere algunas reflexiones que desearía expresar con el carácter más unitario posible, pero partiendo de que la necesidad de verdad es superior a cualquier otra consideración.
La idea, al parecer, es algo parecido a “Sentar las bases de la Revolución Integral”. Idea realmente optimista, atractiva y estimulante para todos los revolucionarios. La cuestión es que plantear los deseos de revolución, por más que suponga un gran estímulo moral, a medio plazo, si las expectativas no se sustentaron en bases sólidas, la frustración estará bien servida, y la historia del proletarismo está preñada de “buenas intenciones” similares. Veámos ésto:
Uno. La apuesta por los valores históricos de la corriente denominada “por la autonomía”, de larga tradicional en el mundo libertario, es correcta, pero limitada e insuficiente, es algo del pasado. No es bastante reclamarse de los valores que promuevan las ideas de “bien, libertad-igualdad, justicia, verdad-honestidad, fraternidad, equidad”. Eso lo promueven todas las ideologías. El igualitarismo, como concepto idealista, es un invento del liberalismo y de la modernidad, que hereda el proletarismo, y que -unos y otros- han convertido en una trágica parodia. Hay que situar la cuestión concreta hoy,  qué, quién y cómo lo vamos a hacer: esto significa concretar todo ello en un plan, una estrategia, y dentro de ésta, la clave de hoy, la cuestión del desarrollo del factor consciente como tarea prioritaria, y a su vez, como prioritario, la determinación de las bases filosóficas de la autoconstrucción política del sujeto.
Dos. En la posición que se expresa sobre el lugar histórico de la cuestión de la modernidad y la crítica al proletarismo, etc., no bastan las declaraciones de intenciones y lugares comunes. Hay que tener claridad de ideas respecto de las cuestiones claves que serán definitivas para plantear de verdad una transformación radical de la sociedad: la cuestión del Poder, del Estado y de la Revolución, sin una definición estratégica que tome como referencia estas cuestiones, no es posible avanzar. Que la revolución es necesaria, es una evidencia sostenida por mucha gente entusiasta, la cuestión es a qué exactamente nos referimos cuando hablamos de revolución y qué estamos haciendo realmente para avanzar en una línea que nos sitúe en la senda de la derrota del Estado. Es algo más complejo, y la historia del movimiento obrero internacional es una buena muestra de hasta qué punto han existido versiones de revolución y deprocesos revolucionarios.
 
Tres. El concepto de revolución integral debe ser desarrollado. La tremenda atracción de esta idea la hace muy sugestiva para que gente bienintencionada pretenda encontrar en ella la respuesta superadora del proletarismo politicista ya fracasado. Pero no basta una mera definición, porque la tentación reformista de la tercera vía encuentra un buen medio de desarrollo, y eso es reformismo radical. La idea subyacente de que “puestos en movimiento todos los sectores sociales enfrentados al sistema mediante acciones y luchas autónomas directas” es suficiente para realizar una revolución, es una variante de reformismo espontaneísta, una tercera vía. Un auténtico y verdadero concepto de RI ha de superar cualquier tentación de solución dentro del sistema. Delimitar acertadamente los campos, diferenciándose claramente respecto del culto por el Estado que hoy predica el radicalismo, el izquierdismo y el nacionalismo, esto es esencial. Estas carencias se basan en ausencia de claridad en cuestiones básicas de la estrategia revolucionaria. No es correcto el gradualismo, eso es una forma de reformismo socialdemócrata, justamente el blanco principal hoy. Por lo tanto, hay que evitar promover ideas sustantivas para la RI tomadas del reformismo histórico. A modo de ejemplo, es insuficiente y unilateral hacer girar una parte esencial del proyecto de RI en torno a un “cambio educativo radical” inspirado en modelos pedagógicos de corte krausista. El objeto de una RI ha de ser la transformación integral del orden constituido, y ello no es posible a través de una concepción estrecha de su perspectiva estratégica, la cuestión –incluso política- no es que la transformación del orden vigente no se pueda efectuar si el pueblo no está suficientemente, convenientemente o ideológicamente educado, ese concepto constituyó una ilusión de la intelectualidad burguesa de finales del XIX, principios del XX, y que tuvo en la Institución Libre de Enseñanza uno de sus ejemplos más emblemáticos, con la finalidad de promover una educación “neutral” frente a los poderes del Estado. La cuestión real está en que mientras exista Estado, existirá adoctrinamiento de la inmensa mayoría de la población,  solamente podremos hablar de autoconstrucción del conocimiento, en el marco estratégico de la destrucción del Estado, y por ende, de sus instituciones principales de adoctrinamiento (la enseñanza, junto a los demás medios de manipulación de la conciencia del pueblo).
Cuatro. El papel del sujeto, ciertamente es una de las claves para afrontar con ciertas posibilidades de éxito, una estrategia de RI. Cuando hablamos del sujeto hoy, hablamos de un objetivo, no de un hecho, hablamos pues de la tarea de la autoconstrucción del sujeto. No es suficiente con la declaración de intenciones o enunciados de virtudes, hay que hacer muchísimo más, desarrollar todo un trabajo interior, que pongan en valor una nueva ética y moral adecuada, tanto a las necesidades espirituales de los individuos, como a las responsabilidades del trabajo exterior, a las tareas de la RI. Estas tareas no son abordables desde el pragmatismo y el organizativismo, sino desde una profunda reflexión estratégica, conforme a proyectos y planes que tengan la clara finalidad de poner en práctica una transformación integral de la sociedad, con la superación completa del orden constituido. Por tanto, es imprescindible que aprehendamos lo que es realmente esencial, aquello que en el pensamiento estratégico es determinante, frente a lo parcial, coyuntural, o peor aún, lo erróneo.
Cinco. Una propuesta de “Bases comunes” para una RI, que se precie de tal nombre, debería incorporar entre sus metas esenciales, además de las señaladas en la propuesta, al menos, las siguientes:
1. Una referencia clara a la necesidad de la superación del trabajo asalariado. La claridad de ideas en este terreno es básica, porque su contrario facilita las “tentaciones” de esperar “algo” de cualquier tipo de institución estatal, y por ese camino se termina relativizando la crítica al perverso “estado del bienestar”, como viene sucediendo hoy con elanarquismo de estado, de cierta tradición en Cataluña (término acuñado precisamente por el anarquismo revolucionario para calificar al sector oficialista de CNT en los acontecimientos de mayo de 1937). El trabajo asalariado supone la esclavitud moderna, destruye la esencia concreta humana, convierte a la gente en meros robots, sin voluntad o inteligencia. La destrucción del trabajo asalariado debe ser parte esencial del programa de la RI, parte sustantiva de la regeneración del ser y de la reconstrucción de la humanidad.
2. Otra cuestión es la que se refiere a la necesidad de referenciar al papel esencial de la mujer en la totalidad de la RI. Eso pasa hoy por mantener una posición clara y firme de contestación al régimen neo-patriarcal, que se promueve desde el feminismo de estado y el izquierdismo para excluir a las mujeres de las tareas más importantes de la RI, de la lucha por la verdad y la libertad, lucha en la que hombres y mujeres unidos comparten las tareas de la trasformación integral del orden vigente, sin sexismo de cualquier tipo.
3. Una referencia a la contradicción campo-ciudad es imprescindible. Una de las metas más esenciales que la RI ha de ser plantear con total realismo, es la cuestión de la ciudad como elemento promotor del actual estado de barbarie que padecemos los humanos. La ciudad se ha inventado por los poderosos con la finalidad de controlar a la población e integrarla mejor en el proceso de su explotación y opresión. Siendo un debate complejo y de amplia perspectiva temporal, no por ello se debe dejar de lado, porque de lo contrario proliferan las “genialidades” reformistas de tratar de “humanizarlas” y “sostenerlas”. La destrucción de la ciudad es una meta estratégica sobre la que habrá que reflexionar mucho, pero se ha de partir de su superación con fundamento en un modelo de sociedad rural y popular, donde poder desarrollar óptimamente la soberanía por asambleas y llevar a la práctica una economía que signifique la puesta en común de los bienes de producción. Desurbanizar y desmaquinizar son objetivos de la RI.
4. Finalmente, y no por ello de menor importancia, tenemos la cuestión de la autodeterminación de los pueblos, de cómo abordar desde una perspectiva estratégica y táctica, un asunto tan decisivo y en la que está implicado de forma abrumadora el Estado español. Tiene que existir una referencia clara y expresa a esta cuestión en todo “manifiesto” que se precie de plantear una RI. La declaración del GRA respecto al proyecto político de renovación de la opresión, en el ámbito de Cataluña, es un paso importante y correcto, sobre el cual existe un pronunciaiento en este Blog. Por tanto, hubiera sido de gran importancia que en este “manifiesto” se planteara igualmente, en sus términos más estratégicos. No es posible avanzar en el desarrollo de una estrategia de RI para el Estado español si antes no se tiene un planteamiento correcto respecto de la llamada “cuestión nacional”. Ciertamente, es un tema en el que hay que profundizar bastante aún, pero hay bases mínimas que deben estar claras frente a la orquestada confusión actual, de pura demagogia, que viene haciendo gala todo tipo de nacionalismo. Se debe tener claro que, de la misma manera que no es posible una RI sin abordar correctamente la cuestión de la opresión nacional-imperialista sobre los pueblos, tampoco será posible solución alguna de la opresión nacional-imperialista de los pueblos sin una RI. Por mucho que algún territorio “alcance” de forma otorgada o conquistada un Estado, eso no significará su liberación como pueblo, sino una renovada forma de opresión, pues siempre estará presente el aparato estatal, y con éste no será posible la libertad ni de pueblos, ni de las personas.