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COP21 en París. Movimiento de justicia climática en el estado de emergencia

[Texto de Kristina Klosová. Fotografías de Majda Slámová.]

Las primeras dos semanas de diciembre tuvo lugar en París la cumbre de Cambio climático de las Naciones Unidas, conocida como COP21. A París llegaron a su vez los movimientos sociales y de justicia climática para manifestar su desacuerdo con las propuestas “flojas” de los políticos para combatir el cambio climático. Los activistas destacaban la falta de reconocimiento de las responsabilidades históricas por el calentamiento global de los países del norte y la influencia de las empresas multinacionales en la mesa de diálogo. En la cumbre se firmó un acuerdo sobre acciones acerca del clima que entrará en vigor en 2020. Los activistas habían planteado una acción masiva al final de las negociaciones, que tuvieron que replantear enteramente a raíz del aumento de la seguridad y las restricciones después de los ataques terroristas en París.

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¿Seguridad o represión?

Los ataques terroristas del 13 noviembre y la declaración de estado de emergencia en Francia han cambiado completamente la cara de la cumbre. De pronto todos los grandiosos planes de los activistas parecían imposibles o poco posibles. Las manifestaciones no estaban permitidas. “Está claro que quieren suprimir cualquier crítica al COP21. Dicen que la multitud de gente supone mucho riesgo de seguridad, pero al mismo tiempo permiten los mercados de Navidad o los partidos de fútbol,” dice John Jordan, de la iniciativa Climate Games (Juegos Climáticos) en un video colgado en Facebook. “El ejército francés paró nuestro autobús en la frontera de Bélgica. Mientras registraban el equipaje cogieron nuestros móviles y controlaban si había algo relacionado con el activismo en el teléfono. Mandaron a tres personas a sus países. Uno de los policías me gritó y de pronto vi dos puntos de láser en mi pecho”, comparte su experiencia del viaje a Francia un activista en la radio Antrophocene.

El plan original de la acción masiva D12 (“D”se refiere tanto a Diciembre como a desobediencia y “12” al día de la manifestación) antes de los ataques, era rodear el aeropuerto Le Bourget, la sede de la cumbre, al final de las negociaciones y no dejar a salir los negociadores del espacio si el acuerdo no llegara a ser viable. La idea era formar “líneas rojas” con los cuerpos, objetos hinchables, tractores o tiendas de campaña y ocupar el espacio el máximo tiempo posible. “Las líneas rojas son las mínimas necesidades para un planeta justo y viable: la transformación hacia la energía sostenible, justicia para la gente afectada, el derecho al agua y a la comida” decían los organizadores en la presentación que circulaba por internet un mes antes.

“El plan de ocupar los alrededores de Le Bourget fue cancelado. No conocemos todavía ningún plan nuevo,” decía una activista inglesa todavía cuatro días antes de la acción, que debía ser la más grande en la historia del movimiento climático.

La iniciativa Juegos Climáticos para el activismo divertido trata de tranquilizar a la gente y animarla para que participe en la acción. Su slogan “Somos Naturaleza defendiéndose a sí misma” (We are nature defending itself) se convirtió en una de las frases más utilizada estos días en París. Los pequeños equipos de activistas realizaron acciones creativas en toda la ciudad. A través de una plataforma virtual crearon una red para comunicarse entre sí, informando de las acciones e informarán y dónde hay peligro de intervenciones policiales.

París, un pueblo de activistas

Empezó la segunda semana de las negociaciones. Cada día arriban a París los activistas que pudieron pasar por la frontera. Llegan autobuses llenos desde Alemania, República Checa e Inglaterra. El jueves aparecen ciclistas pedaleando desde Londres, peregrinos desde Italia y España. Sin embargo, todos comparten el mismo sentimiento que si no hubiera sido por el estado de emergencia, habría llegado más gente.

En París tres días antes de la acción D12 se siente en el aire una mezcla de miedo, esperanza y entusiasmo. La policía fuertemente armada está en cada rincón. Al mismo tiempo parece que París se ha convertido en un pueblo de activistas. La gente se saluda por las calles, hay pegatinas de Amigos de la Tierra en las farolas y en el metro, individuos caminando por la ciudad con carteles y pancartas. Hay tantos encuentros y manifestaciones que uno tendría que dividirse por lo menos en cuatro para poder captar todo que está pasando. “No está tan mal con la policía como pensábamos. Sin embargo ya hubo un par de arrestos,” dice una activista croata de Amigos de la tierra que lleva ya dos semanas en París.

Las preparaciones para la acción D12 en Jardin d’ Alice, el espacio de arte y activismo, están en plena actividad. A las cuatro de la tarde hay por lo menos cien personas trabajando en las pancartas, escribiendo artículos, haciendo reuniones . El olor de la comida preparada todos los días por voluntarios se mezcla con olores de pintura. En medio del espacio grande algunos están pintando una pancarta enorme: “Keep it in the ground” (Dejarlo en el suelo). Hay personas de varias ONGs tomando café y planificado siguientes pasos y grupos de gente entrenando coreografías para la acción.

En Zone d’Action pour le Climat (ZAC), la sede de Coalition Climat 21 para últimos cinco días de la cumbre, hay programa desde las nueve de la mañana hasta las diez de la noche. Las personas afectadas por el cambio climático de los países del sur comparten allá sus historias, se organizan entrenamientos sobre técnicas de desobediencia civil, hay debates y mesas redondas.

Las redes de telaraña

El día anterior de la acción tienen lugar últimos entrenamientos, los equipos de acción se juntan y finalizan las preparaciones para el día siguiente.

También un equipo de acción llamado “Mariposa” de 12 activistas de distintos países de Europa se reúne para todo el día en una casa del campo fuera de los ojos de policía. La idea de la acción de redes de telaraña bajo el concepto de “Somos naturaleza que defiende sí misma” nació ya en un grupo reducido en Barcelona. El objetivo es colgar las redes de cuerdas rojas de un lado de la calle al otro cortando el tráfico, separando la policía de los activistas y así marcar la “línea roja”.

“El aeropuerto está en un barrio de inmigrantes musulmanes que ahora están oprimidos por las autoridades después de los ataques. No es buena idea llevar miles de policía allá y llamar todavía más atención,” explica una de las activistas más informadas del grupo, acerca de las razones para el cambio del lugar de la acción.

La manifestación tendrá lugar en la Avenida de la Grande Armée entre Arc de Triomphe y un distrito comercial para marcar simbólicamente la conección entre el imperialismo y el capitalismo basado en el consumo. “Hay cuatro posibles opciones A,B,C,D. Depende de lo que hará la policía. Saben dónde vamos a quedar. Parece que van a bloquear la calle de los dos lados,” continúa pasando al resto la información interna obtenida en la reunión de planificación.

Líneas rojas en toda la ciudad

Las DNI dejadas en casa, nueva tarjeta sim, todos los contactos borrados del telefono, nombre del abogado escrito en un papel escondido en el bolsillo. Con estas precauciones salen los activistas Mariposas de la casa de entrenamiento para moverse en el tren hacia París. Antes de llegar a su destino reciben un mensaje. El estado francés ha legalizado la acción. El sentimiento de alivio se mezcla con el enfado. En este momento la probabilidad de arresto se disminuye casi al cero. “Han conseguido todo lo que querían. Mucha gente no llegó a París por el miedo de las represiones. Ahora quieren que parezca que tenemos la libertad de expresión ¡Que hipócritas!” dice un miembro enojado del grupo.

La policía deja pasar a la gente a la Avenida de la Grande Armée sin mucha atención. Hay un cordón de policía enfrente de Arc de Triomphe. El plan de poner la red allá resulta imposible, falta infraestructura. Además una de las dos redes la han olvidado en casa, no se puede bloquear la calle entera. Desesperados ponen la red por lo menos en el opuesto extremo de la calle donde parece que casi no hay policía. Enseguida llegan policías secretos y dicen algo en francés rápido. Hay que quitar la red, menos mal no la confiscan. “El resultado de las negociaciones es todavía peor que hemos pensado. No plantean bastantes reducciones de carbono, no protegen derechos de los indígenas,” comenta situación un activista holandés.

Los participantes vestidos en rojo, gritos, canciones, sonidos de la naturaleza emitidos por altavoces gigantescos, cientos de pancartas, tulipanes rojos en el suelo. Sin embargo no se siente la energía adecuada de la acción y la desesperación aumenta en cada segundo. Pasa por lo menos una hora. Parece que los organizadores adoptaron el plan “D”. Las 15.000 de personas se ponen en marcha. Van a caminar hacia la Torre de Eiffel, una media hora de Arc de Triomphe. De pronto sube el ánimo.

Al llegar, los activistas paran los coches en el camino y hacen espacio para los de atrás. Los objetos inflables están todo el tiempo en el aire. Las próximas filas las forman los indígenas en los vestidos tradicionales, cantan caminando. La policía no interviene, deja a pasar la serpiente entera, que hace más que un kilómetro.

Un fin no acabado

La masa de gente llega al puente justo enfrente de la Torre de Eiffel, la policía desvía el tráfico mientras que los activistas se sientan en el suelo. “Queremos tener la última palabra. Tenemos que continuar con las acciones y mostrar que estamos aquí y no estamos de acuerdo con lo que está pasando en las negociaciones. Unidos tenemos la fuerza,” suena del micrófono. De mano en mano pasan folletos de “invitación” para próxima acción en Alemania con el fin de parar la mina de carbono más grande en Europa. Hablan los indígenas.

Después de una hora de ocupación del puente los organizadores quieren que la gente decida si permanecer en el puente o moverse bajo de la torre. Se produce un caos tremendo. Una asamblea con 15.000 personas no parece ser viable. La masa se empieza a mover en la dirección de la torre. Hay que cortar el tráfico otra vez. Finalmente llega el tiempo de las Mariposas. Colgan la red en la calle parando cuatro carriles de coches. Dentro de cinco minutos llegan por lo menos diez policías y el equipo tiene que huir antes de poder colgar la pancarta también.

“Miles de personas estaban ocupando el puente y sin ninguna razón lógica nos hemos movido. La regla básica de la ocupación es: una vez invades un espacio, ¡no te muevas! Hemos perdido la posición de fuerza por nada,” dice un hombre para la cámara unos momentos después de salir del puente. La masa de gente se tiene que dividir a grupos pequeños para acceder a la torre. Bajo la torre toca la orquesta. La gente baila y canta. Poco a poco las personas están desvaneciendo y la acción “más grande de la historia del movimiento climático” se acaba.

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